Siempre deseé narrar una epopeya espacial. Quizás influenciado por mi pasión a la astronáutica y el cosmos y, también, por mi admiración hacia Arthur C. Clark, en su magnífica obra "2001, odisea espacial," esta novela era un reto pendiente y soñado. En este escrito, primerizo en mi andadura como escritor, quise plasmar no solo una aventura espacial, sino también, los aspectos humanos que concurren en un épico proyecto espacial. Luciérnagas en la niebla, es quizás, mi máximo exponente en cuanto a ciencia ficción dura se refiere. En ella he tratado de ser fiel a la realidad, desde el punto de vista científico y tecnológico. Ello implica dedicar una buena parte del tiempo, antes de comenzar a escribir, a una exhaustiva documentación. Las descripciones y explicaciones de lo que acontece en esta historia, están debidamente estudiadas y documentadas, haciendo de esta obra, sino un ensayo, si un estudio de muchos pormenores que normalmente pasan desapercibidos o transparentes para el lector, en novelas tradicionales de ciencia ficción. No quería permitirme dejar nada al azar, así como tampoco, "sacar un conejo de la chistera" como una escapatoria en el transcurso de la narración. Es posible y, de ello soy consciente, que no todo lector asumirá con agrado la dureza científica y tecnológica de la obra. Ante descripciones astronómicas de cuerpos celestes y de maniobras orbitales, propias de la astronáutica, como se detallan en el capítulo "Abrazo a Saturno," no dudo que haya lectores que opinen acerca de su futilidad. Considero ante todo, que la ciencia ficción dura es así y, que esta forma de escribir, es su mejor tributo. Fiel a mi estilo de narrar una historia de este estilo, "Luciérnagas en la niebla" trata, además de transmitir al lector los entresijos que conlleva un viaje espacial, las más inusitadas estrategias que la conducta humana es capaz de urdir, con el fin más bajo que ha caracterizado a esta especie: la codicia. Los sentimientos más representativos de la conducta humana han sido retratados en todos y cada uno de sus personajes. Desde aquellos que nos hacen ser un exponente de un universo creador de vida, hasta aquellos otros, que no nos hacen ser merecedores del planeta que habitamos. A menudo divagamos con un futuro en el que el ser humano trata de expandir su legado a otros mundos. Soñamos con esos conquistadores, que de siempre, han otorgado un marchamo a la especie, en su afán de ampliar fronteras. Pero más allá de esa cualidad innata del ser humano, he querido retratar otras menos nobles, que le hacen ser una imperfección en un cosmos elegantemente diseñado. Soy consciente del pesimismo que albergo en el ser humano y que intento plasmar en esta obra. Pero en mi deambular por esta vida, no he conocido otra cosa.